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Hacia un régimen post-Kioto

Actualizado: 13 ago 2022

(Publicado inicialmente en ClimaTip)

El 4to reporte de evaluación del IPCC (IPCC 2007) fue un baño de realidad para muchos. Este no solo confirma la veracidad del impacto humano sobre el sistema climático al separar la tendencia climática natural de la generada por las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de las actividades humanas, sino que al mismo tiempo lanza una nueva generación de escenarios socioeconómicos orientados a visualizar la estrategia global para la contracción de la curva de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)[1]. La conferencia de Bali en el 2007 fue única, en el sentido de que esta empieza a generar la trayectoria de negociaciones y acuerdos necesarios para establecer un acuerdo post Kioto, pero también desde el punto de vista de que esta trayectoria es puesta de en un marco coherente y comprensivo denominado la ruta de Bali. Este establece que los avances de la negociación deben darse simultáneamente en 4 ámbitos íntimamente ligados: mitigación, adaptación transferencia tecnológica y financiamiento. Al mismo tiempo estos acuerdos deben darse en dos ámbitos: en el ámbito jurídico de la Convención y en el ámbito jurídico marcado por el protocolo de Kioto. El reporte de Stern (Stern 2006) presentado un año antes durante la conferencia de Nairobi ha puesto un claro acento sobre la economía del cambio climático y el costo de no hacer nada que podría generar daños iguales al 20% del PIB mundial.

Esta triada de documentos ha marcado las negociaciones hasta Copenhague y lo seguirá haciendo hasta llegar a un marco legal coherente que defina el régimen Post Kioto. Mucho se ha hablado de Copenhague, no es para menos, la reunión ha estado marcada por la visita de más unos 100 jefes de Estado, entre los cuales se encontraban varios presidentes latinoamericanos a parte de varios jefes de Estado de la Comunidad Europea, EEUU, Japón y los países emergentes (Brasil, India China y Sudáfrica), presidente de países en vías de desarrollo, Africa y los Pequeños países insulares. Por otra parte la reunión ha estado rodeada de un sinnúmero de reuniones informales, eventos paralelos de la comunidad científica, la sociedad civil internacional y las empresas transnacionales, solo para mencionar a algunos de los principales actores de esta negociación, reuniones que se llevaron a cabo durante todo el año 2009 incluyendo las mismas semanas de la conferencia en diciembre de 2009.

Copenhague ha estado marcada por una gran expectativa en torno a un acuerdo que defina el régimen Post Kioto, las señales que EEUU pueda dar para establecer este régimen y cuál debería ser la participación de China y de otras economías emergentes en este régimen. Pero por otra parte por una coyuntura marcada por la crisis financiera internacional. Desde la cumbre de Washington y otras dos cumbres más durante el 2009, el G20 ha empezado a consolidarse como el nuevo grupo encargado de abordar temas centrales del destino social, económico y ambiental de la humanidad. La agenda de cambio climático no ha estado separada de este proceso y ha sido elemento central de las discusiones de las reuniones del G20 antes mencionadas.

Una decisión fuerte en Copenhague era necesaria desde el punto de vista de trascender la economía basada en el uso de combustibles fósiles. Durante el 2009 varios de los consorcios de inversionistas en el mundo se estaban preparando para lo que sería la nueva ola de inversiones y las nuevas señales en los mercados internacionales y donde las empresas energéticas, la empresa automovilística y el transporte internacional (aéreo, naviero) se encuentran en el mismo ojo del huracán. Desde entonces mucho se ha venido escribiendo sobre la batalla “verde” entre EEUU y China y la necesidad de establecer una política adecuada en EEUU que permita avanzar aceleradamente en la implementación de nuevas tecnologías, en el 2007 solamente el 7% de la energía utilizada en EEUU venia de fuentes renovables. La discusión que se ha venido dando tanto en el congreso como en el senado americano para establecer un sistema de permisos de emisión está también vinculada a este hecho.

El tema del cambio climático no es un tema de seguridad ambiental que lo veremos a más detalle y profundidad más adelante, sino un tema vinculado a la seguridad energética de los países industrializados y del mundo en general, pues este se encuentra inmerso en una economía basada en el uso de combustibles fósiles relativamente baratos. EEUU ha llegado a un máximo de producción de petróleo en la década de los 70´s y desde entonces ha aumentado casi 10 veces sus importaciones de petróleo. Durante el 2008 el petróleo ha alcanzado el precio record de 145US$ por barril de petróleo y se estima que de acuerdo a las condicionantes tecnológicas y de precios el pico máximo en la producción de petróleo podría estar alrededor de 2010. El World Watch Institute (2005) ha reportado que muchos de los países de la OPEP han alcanzado un pico en su producción ya antes del 2000. Aquí es importante revisar el hecho que el pico es tecnológico y económico y no una reserva que se ha agotado, si el precio del petróleo sube, entonces nuevas reservas aparecen disponibles. Este es uno de los criterios que afianza el criterio ambiental de limitar el uso de combustibles fósiles para evitar una interferencia sobre el sistema climático.

Copenhague ha dado una señal más bien ambigua en cuanto a generar un acuerdo vinculante entre las partes del sistema de Naciones Unidas. Es interesante notar que EEUU ha comprometido una reducción de 17% al 2020 de sus niveles de emisión del 2005 seguido de China que anunciado en el mismo mes de noviembre de 2009 (unas dos semanas antes de la CoP15) una reducción al 2020 de 40 a 45% en su intensidad de carbono vinculada al PIB. Sin embargo como se ha conocido durante las negociaciones, esta se ha negado asumir compromisos vinculantes en Copenhague y esto no se ha podido lograr en Copenhague.

El acuerdo de Copenhague, no solamente ha generado una amplia plataforma de asociaciones y no-asociaciones con el acuerdo; todas ellas tendrán un peso específico al darle forma a un acuerdo post Kioto. El acuerdo de Copenhague, a la fecha, ha sido endosado por 138 países que implican al 86.76% de las emisiones globales (USCAN 2010). Es interesante notar que tres países Latinoamericanos, Brasil, México y Costa Rica, se han asociado con acciones específicas a este acuerdo. Brasil ha expresado su intensión de reducir de entre 30 y 36% sus emisiones en base su escenario BAU[2] lo que implicaría una reducción de sus emisiones de 1 a 2% por debajo de los niveles de 1990, México ha anunciado una reducción de 30% de sus niveles BAU y Costa Rica. Aunque el acuerdo ha sido efectivo en juntar a países del Industrializados y los países recientemente industrializados[3].

Algunos de los Institutos más prestigiosos en cuanto a la modelación de las emisiones globales, como Ecofys, Pew Centre y el Center for American Progress coinciden que el acuerdo ha generado compromisos en cantidades que todavía no son suficientes para asegurar una reducción de emisiones necesaria para mantener el calentamiento del planeta por debajo de los 2°C de los niveles preindustriales. Existen algunas cosas que los decisores mundiales quieren lograr en Cancún el 2010 y el año siguiente en Sud África, lo primero que debería lograrse es transformar un acuerdo político como el acuerdo de Copenhague en un acuerdo vinculante y lo segundo es intensificar las medidas de reducción de emisiones de los países asociados al acuerdo.

Esta coyuntura genera un espacio mucho más nítido para la adaptación. Pues no es lo mismo adaptarse a un calentamiento de 2°C que hacerlo a un calentamiento de 3°C o más. El cambio climático generará efectos inciertos sobre el clima local y regional en Sudamérica y se prevé que este generará un impacto sobre las economías locales y nacionales. En los últimos 30 años los eventos extremos de magnitudes catastróficas [4] han aumentado en frecuencia e intensidad (CEPAL , sin embargo para poner en contexto también es importante mencionar que los impactos económicos de los dos mega eventos de variabilidad climática el Niño 1982/83 y 1997/98 no han sido superados en la última década.

La región Latinoamericana tiene que poner un fuerte énfasis en la adaptación, sin embargo sería apresurado menospreciar el rol que puede jugar en la mitigación del cambio climático, sobre todo, pensando en que tres de las nuevas economías industrializadas se encuentran en la región y que estas generarán una dinámica importante en cuanto a una economía de baja intensidad en carbono.

Rerefencias

M.G.J. den Elzen, A.F. Hof, M.A. Mendoza Beltran, M. Roelfsema, B.J. van Ruijven, J. van Vliet, D.P. van Vuuren, N. Höhne, S. Moltmann, Evaluation of the Copenhagen Accord: Chances and risks for the 2ºC climate goal, Netherlands Environmental Assessment Agency (PBL), May 2010

WorldWatch Institute (2005). State of the World 2005: Redefining Global Security. New York

US Climate Action Network (2010). Who’s On Board With The Copenhagen Accord?.

[1] Aquí no está demás hacer algunas precisiones sobre la trayectoria de contracción de la curva de las emisiones de GEI

[2] Business as usual es decir el escenario más probable si no se tomarán medidas amigables con el clima.

[3] Utilizamos esta diferenciación envés de la diferenciación de países del Anexo I y países No-Anexo I que se refiere al Protocolo de Kioto.

[4] Según el Centre for Research on the Epidemiology of Disasters (CRED) Se entiende por eventos de magnitudes catastróficas aquellos eventos que generan desastres de magnitud, 10 víctimas fatales, más de 100 afectados, declaratoria de emergencia o llamado a la ayuda humanitaria internacional

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